La humildad
La humildad es una virtud humana atribuida a quien ha desarrollado conciencia de sus propias limitaciones y debilidades, y obra en consecuencia. Como tal, la palabra proviene del latín humilĭtas, humilitātis.
Una persona que actúa con humildad no tiene complejos de superioridad, ni tiene la necesidad de estar recordándoles constantemente a los demás sus éxitos y logros; mucho menos los usa para pisotear a las personas de su entorno. En este sentido, la humildad es un valor opuesto a la soberbia.
Quien obra con humildad no se vanagloria de sus acciones: rechaza la ostentosidad, la arrogancia y el orgullo, y prefiere ejercitar valores como la modestia, la sobriedad y la mesura.
La humildad es una cualidad humana independiente de la posición económica o social: una persona humilde no pretende estar por encima ni por debajo de nadie, sino que sabe que todos somos iguales, y nuestra existencia tiene el mismo grado de dignidad. De allí que ser humilde no implique dejarse humillar, pues la humildad no supone una renuncia a la dignidad propia como personas.
Por otro lado, humildad también se refiere a la posición económica de los pobres y desfavorecidos. Una persona humilde, en este sentido, es alguien que proviene de un hogar de escasos recursos y sin mayores posibilidades de prosperar.
Finalmente, la humildad es también la actitud de quien se somete o rinde a la autoridad de una instancia superior. En las religiones, por ejemplo, la sumisión está asociada al temor de Dios. No obstante, comportarse con humildad implica también evitar actitudes de prepotencia ante un jefe o una autoridad policial y, más bien, optar por el acatamiento.
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